PATRICIA
Y NICOLÁS
Patricia
volvía contenta a casa. A sus cincuenta y pocos años volvía a
sentirse segura y cómoda consigo misma. Apenas un par de meses atrás
su única hija, Lucía, había abandonado el hogar familiar y se
había independizado. Al principio les costó acostumbrarse a estar
de nuevo a solas pero desde hacía un par de semanas sentía que ella
y Nicolás volvían a ser la pareja que fueron.
Cuando
entró en casa lo primero que vio fue una nota en el secreter que
tenían en la entrada.
“Patricia,
me han telefoneado de la oficina. Tengo que solucionar un problema
que ha surgido. No me esperes despierta. Nicolás”.
Suspiró
y tiró la nota a la basura. En las últimas semanas Nicolás había
estado más ocupado que nunca aunque a cambio el tiempo que pasaba
con ella estaba más cariñoso.
Se
duchó, se puso el pijama y se preparó una cena ligera que tomó
sentada frente al televisor. A las doce, y viendo que Nicolás no
regresaba, decidió acostarse. No le oyó llegar ni sintió el beso
que le dio en la frente. Tampoco le oyó sollozar el el baño.
A
solas en el baño y mirándose al espejo, Nicolás lloraba
desconsolado. No podía creer lo que estaba haciendo. Se mojó la
cara con agua fría y se obligó a observarse detenidamente.
-Nicolás,
¿qué estás haciendo con tu vida? Sabes que Patricia es la mujer de
tu vida ¿por qué haces esto? ¡¿Por qué?!
No
sabía muy bien cómo había empezado, pero fuera como fuera así
era: estaba engañando a Patricia. Debajo del agua caliente de la
ducha se esforzó en recordar. Cuando Lucía se fue de casa sintió
un inmenso vacío en su interior. Se sentía viejo y acabado, sentía
que estaba llegando al final de su vida y sentía que necesitaba algo
en su vida, aunque no sabía qué. Durante ese tiempo apenas si
hablaba con Patricia pues, aunque no conscientemente, ella le
recordaba el paso de tiempo, que ambos se habían hecho viejos y él
necesitaba desesperadamente sentirse de nuevo joven. Los días se le
hacían eternos y apenas si soportaba que ella le hablara. Decidió
apuntarse al gimnasio para así pasar menos tiempo en casa. Fue allí
donde la conoció. Se llamaba Dolores y apenas si tenía treinta años
(sólo cinco más que su hija) , coincidían en clase de natación y
sin saber cómo un día se encontró tomando con ella una caña a la
salida de clase. Al principio no supo o no quiso darse cuenta pero
era evidente que a Dolores le gustaba y eso le halagaba. Empezó a
cuidarse cada vez más y a ser más cariñoso con Patricia, era su
forma de compensarla. Aún no la había engañado pero quizá ya
intuía que iba a hacerlo. Comenzó a mentirle de forma sistemática
para ocultarle sus encuentros, al principio inocentes, con Dolores.
Cada nueva mentira le hacía sentir peor y por ello trataba de
compensarla con regalitos o con detalles sin importancia que sabía
que a Patricia le encantaban. Finalmente, hacía sólo quince días,
había sucedido. Se acostó con Dolores. Después de clase ella le
propuso ir a tomar una copa a su casa y allí consumó su engaño.
Desde aquel día se habían visto con regularidad un par de veces a
la semana. Dolores le hacía sentirse vivo y joven nuevamente y
aunque cada vez los remordimientos eran mayores en ningún momento se
había planteado dejar aquella aventura.
Salió
de la ducha y se secó. Nuevamente plantado frente al espejo se
observó con detenimiento y decidió que aquel no era el cuerpo de un
viejo de sesenta años, que todavía era apuesto y deseable para las
mujeres. Aquello no significaba nada y, además, no le hacía daño a
Patricia. ¿Por qué iba a dejar algo que le hacía sentirse bien?
Quería a Patricia pero Dolores le había devuelto la ilusión y
mientras su mujer no lo descubriera todo iría bien. No tenía
sentido seguir torturándose tanto. Patricia era feliz y él también,
así que todos contentos.
Se
metió en la cama junto a Patricia aunque ni siquiera la rozó. En
cambio Patricia en cuanto notó que estaba allí, se acercó a él y
se acurrucó junto a su pecho. Entre sueños murmuró:
-¡Qué
bien, amor mío! Ya estás en casa. No sabes cuánto te quiero.
-Yo
también Patricia. Duérmete.
Lágrimas de cocodrilo, lloran mientras digieren a su presa pero siguen siendo cazadores letales.
ResponderEliminarUn gran relato
Besos
Una historia muy cercana a mí...
ResponderEliminarooohhh.. como he disfrutado leyendo...!
ResponderEliminarbesetes!!!
muaaaaaaa
Esta es mi historia por si tienes curiosidad en conocerla.Alguien me juró amor eterno, me suplicó que me quedara con su corazón para siempre. Cinco años de pasión nos unía, y de un dia para el otro... todo desapareció.
ResponderEliminarhttp://cartasdeamorenremenor.blogspot.com.es/
Ah, y disculparme, por no haberos saludado. Hola a todos.
ResponderEliminarY me gustaría agregar algo más, llegó a decirme que "jamás me había amado". ¿cruel verdad? A pesar de todo mi sufrimiento, sé que el amor exíste, solo es necesario encontrar a la persona adecuada. besos.
ResponderEliminarCon una postal personalizada…Una carta…
Un poema a tu medida…Dile cuánto le quieres con un poema, que escribiremos y personalizaremos para ti.
Una biografía, un libro que recoja tus vivencias, tus experiencias, tu vida entera…