El amor y el odio son las pasiones que mueven el mundo. Escribir sobre ellas es mi pasión, sólo espero que leer mis palabras sea la tuya.
Clara.

martes, 28 de febrero de 2012

CAPÍTULO 32

Alfred tenía que saberlo. Decidida, Laura salió sin hacer ruido, Roy aún dormía.
Cogió su coche y se dirigió a la casa grande. Aparcada frente a ella pensaba qué iba a decir. Un golpecito en la ventanilla trasera la sacó de sus cavilaciones.
-Vaya, vaya, ¿a qué debo el honor? -Alfred le sonreía.
-Pues, verás... -dijo Laura bajándose del coche -tengo algo muy importante que contarte.
-¡Qué misteriosa! Pasa, tengo una estupenda y fresca limonada -dijo Alfred llevándola hacia el interior de la casa.
Sentados frente al amplio comedor y con un vaso de limonada en la mano, Alfred dijo:
-Bueno, tú dirás -la miraba divertido. Siempre le había gustado Laura, era una mujer muy alegre.
-Tengo un pequeño problema con el señor Curtis, ya sabes, el del segundo -mintió Laura.
-Es un poco gruñón, pero una buena persona, yo no me preocuparía. Si quieres, voy contigo y le hablo de lo estupenda que eres -rió Alfred.
-Bueno, ahora no puedo; he quedado con Sarah -volvió a mentir Laura.
-Sarah, ¿cómo está? -Alfred se puso serio.
-¿Con que te interesa? -pensó Laura. Quizá no estaba todo perdido...
-Bien, muy ocupada. No es fácil empaquetar tu vida en tres maletas -dijo Laura mirando de reojo a Alfred.
Su reacción no se hizo esperar:
-¿Cómo que empaquetando? -preguntó con ansiedad.
-Creí que lo sabías -le miró inocentemente -Sarah y Paul se van el viernes. Dice que no tiene sentido quedarse aquí.
-¿Es por lo de Taylor?
-¿Cómo? -ahora Laura era la que no entendía.
-Ya sabes, su relación -como veía que Laura no lo entendía, continuó -les vi besándose -su voz reflejaba una inmensa amargura.
-¡¿Qué?! ¡Pero si ella está enamorada de ti! -se le escapó a Laura. De inmediato, se tapó la boca con sus manos.
-¿Qué has dicho? ¿Enamorada? ¿De mí? ¿Y qué hay de Taylor? -Alfred estaba desconcertado, no entendía nada.
-Bueno, sí, yo... -Laura pensaba que había metido la pata. Por primera vez en su vida, se quedó sin palabras.
-Vamos a ver, Laura -Alfred paseaba nervioso de un lado a otro de la habitación -Yo mismo les vi besándose y ella me confesó que estaba con él.
-¿Que ella te dijo que estaba con él?
-Sí -aún le dolía recordar lo sucedido aquella tarde.
-¿Con esas palabras? -Laura estaba muy extrañada.
-Bueno, que había conocido a alguien y que.. -comenzó Alfred -Me rompió el corazón saber que estaba con Taylor.
-¡Madre mía, Alfred! Sarah no estaba, nunca ha estado con Steven Taylor, ¡qué va! Taylor la acosaba, no sabes cuánto ha sufrido todo este tiempo -Laura comprobó cómo el rostro de Alfred se desencajaba.
Él se dejó caer en uno de los amplios sofás. Se llevó las manos a la cabeza:
-Así que lo que yo vi era... ¡oh, Dios mío!¡¿Cómo he podido estar tan ciego?! ¿Cómo he sido tan idiota? ¡Pobre Sarah! Y pensar que la creí una interesada... No sabes cómo la he odiado.
Laura se sentó junto a él. Apartó las manos de su cara y con voz firme y segura, le dijo:
-Alfred, aún no es tarde. Si la quieres, ve a buscarla. Estoy segura de que ella está enamorada de ti.
-No puedo, Laura. ¿Cómo voy a explicarle todo lo que he creído de ella? ¡No puedo! -Alfred volvió a tapar su rostro con las manos.
Laura se levantó, estiró su falda y se dirigió a la puerta. En el umbral se giró y dirigiéndose a Alfred le dijo:
-Si la amas, si no quieres perderla, ya sabes lo que debes hacer. Tienes hasta el viernes -dio media vuelta y salió.

viernes, 24 de febrero de 2012

LA PELI DEL FINDE

Este fin de semana toca una de aventuras. ¿Quién no conoce la saga de Indiana Jones? Podría haber elegido cualquiera de las que forman la trilogía inicial (de la última entrega de la saga mejor ni hablar) pero me he decidido por esta porque aparece el gran Sean Connery interpretando al padre del doctor Jones.

En fin, una peli llena de aventuras, acción, persecuciones y mucha diversión.

¿Cuál de todas las películas de Indiana Jones es la que más os gusta? ¿Cuál es vuestra opinión sobre la última entrega?

martes, 21 de febrero de 2012

CAPÍTULO 31


Laura fue a la cita propuesta por Sarah. Acudió a su casa tal y como habían acordado. Quedó sorprendida al ver algunas estanterías vacías de libros y un par de cajas precintadas junto al recibidor. Pasaron a la acogedora cocina donde tomaron un café recién preparado por Sarah.

Mientras servía el azúcar en el café de Laura, su amiga le preguntó:

-¿Qué tal van las cosas con Roy? Imagino que ya está todo solucionado.

-¡Me siento muy feliz! Roy es el hombre de mi vida y no lo voy a dejar escapar nunca más -contestó Laura sonriendo a su amiga.

-Veo que te has tomado en serio la relación.

-Hemos decidido vivir juntos. Lo propuso él. A mí al principio me asustaba la idea, pero ahora estoy convencida de que funcionará muy bien y que seremos felices compartiendo el día a día.

Sarah observaba el rostro de su amiga resplandeciente de ilusión y felicidad. Se alegraba muchísimo de verla así. Recordaba meses antes cómo huía una y otra vez de las relaciones serias. Eran muchos los hombres con los que salía al mismo tiempo. Pero ahora había conocido al que le daría la estabilidad que ella necesitaba. Roy era un buen hombre y Sarah sabía que amaba profundamente a Laura y que la haría muy feliz.

El rostro de Sarah se entristeció de repente, pensó en lo diferente que había sido su historia con Alfred, el destino no les había dado ninguna oportunidad para vivir su amor. Se sentía desgraciada. Uno tras otro, habían ocurrido acontecimientos que les habían conducido a una separación definitiva. Amaba a Alfredcon toda su alma, pero este amor no había sido suficientemente fuerte para vencer a los problemas que se interponían en su relación. Pensaba en Anya y en Steven Taylor. Sarah ya no tenía más fuerzas, se sentía derrotada. Quería olvidar a Steven Taylor para siempre, había provocado un daño irreparable y deseaba no volver a verlo jamás.

La decisión ya estaba tomada, Sarah únicamente anhelaba volver a sentir un resquicio de tranquilidad y sosiego en su vida.

-¿Qué ocurre, amiga? ¿es que no te alegras por mí? -preguntó Laura bromeando.

-Sí, por supuesto que me alegro muchísimo. ¡Te felicito! -contestó Sarah.

-Y entonces, ¿por qué tienes esa cara tan triste? -cuestionó Laura a su amiga.

-No es nada. Venga, cuéntame más cosas de tu nueva vida -propuso Sarah guiñando un ojo.

-Alfred ha puesto su apartamento en alquiler. Ayer hablamos con él para ir a visitarlo y decidir si lo alquilamos y nos trasladamos a vivir allí. Me dijo que era espacioso y con mucha luz -comentó Laura.

-Te felicito una vez más... y, ¿cómo encontraste a Alfred? -preguntó Sarah.

-Lo escuchaba muy abatido. Hablaba muy pausadamente, como si no tuviera casi fuerzas para hacerlo. Con una voz serena y relajada. No hizo ningún comentario al enterarse del por qué de mi interés por su apartamento. Estaba muy triste. La conversación fue muy escueta y ni tan siquiera pude atreverme a preguntarle cómo estaba después de lo ocurrido -contestó.

-¡Ay, amiga, cómo me gustaría estar a su lado y ayudarle a superar la pérdida de Anita! Alfred no merece todo lo que le está ocurriendo -lamentaba Sarah.

-Sarah, ¡búscale!, aclara con él todo lo ocurrido. Él lo entenderá. Nada ha sido culpa tuya. Lucha por vuestro amor, Sarah -dijo Laura enérgicamente cogiéndola de sus manos y mirándola a los ojos.

-No, Laura. Ya he tomado una decisión y es definitiva. William me ha hecho ver que nuestra relación era una mentira, una mentira para los dos. Se ha dado cuenta de que yo no correspondía a su amor y hemos decidido no continuar con esto para no seguir haciéndonos daño y así poder ser felices con otras personas. Él se lo merece, es un buen hombre -explicó Sarah.

-¡Y tú también eres una buena mujer! Y también te mereces ser feliz al lado de Alfred. Os amáis, Sarah. Sólo tienes que explicarle toda la verdad y estará todo olvidado. Estoy segura que él te está esperando. ¡Hazme caso, búscale! -contestó Laura intentando animar a su amiga.

-Alfred nunca me creerá. Yo debo alejarme de él ... y alejarme también de este pueblo -miró a Laura a los ojos y dos grandes lágrimas recorrieron sus mejillas -Me marcho con Paul de Green Valley. Debemos empezar una nueva vida lejos de estas tierras. Necesito olvidar, Laura. Paul se merece un hogar tranquilo, donde los dos podamos ser felices. Estoy decidida a hacerlo. Ayer compré los billetes para él próximo viernes.


















viernes, 17 de febrero de 2012

LA PELI DEL FINDE

De la peli recomendada para este fin de semana poca cosa puedo decir salvo que es una de mis películas favoritas.

Algunas de sus escenas son clásicos que todos reconocemos. Es una descacharrante comedia protagonizada por Barbra Streisand y Ryan O'Neal.
Él da vida a un timidísimo musicólogo que acude a un congreso a San Francisco junto a su prometida. Ella, por su parte, interpreta a una atolondrada y alocada joven que se cruza en su camino.
Si os apetece pasar un rato divertido esta es, sin duda, vuestra película.
¿Os gusta el cine de los 70? ¿Cuáles son vuestras comedias favoritas?


martes, 14 de febrero de 2012

CAPÍTULO 30




-Esto es para ti -William colocó sobre la mesa una pequeña cajita.

-¿Para mí? -Sarah le miró sorprendida.

Habían salido a cenar a un coqueto restaurante en el centro de Green Valley. Estaban cenando en la terraza con una preciosa noche estrellada como telón de fondo.

-Sí, hoy es nuestro aniversario. Pero ya veo que sólo es importante para mí -parecía enfadado.

-William, por favor, perdóname. Es que, ya sabes, con Paul, el trabajo y todo… pues me he despistado. Pero tú ya sabes que también es muy importante para mí -Sarah acarició su mano y le miró con ojos implorantes, no quería hacerlo sufrir.

-No, perdóname tú a mí, Sarah. No tengo derecho a hablarte así. Guarda mi regalo, ya lo abriremos después -William esbozó una sonrisa pero sus ojos estaban profundamente tristes.

El resto de la cena transcurrió de una forma un tanto extraña. Sarah se esforzó por mantener una alegre conversación y aunque William se comportó tan encantador como siempre, Sarah le notó extrañamente ausente.

Tras la cena, ella propuso ir al cine, tal y como habían planeado.

-Prefiero dar un paseo, Sarah.

-¿Por qué? Bueno, si es lo que quieres -Sarah le abrazó, quería a toda costa complacerle, que olvidara su desliz con el aniversario.

William la besó en la frente y la separó de sí. Durante unos minutos caminaron en silencio.

-¿Dónde vamos, William? -Sarah sentía que lo había lastimado y eso era lo último que deseaba.

-A ninguna parte, Sarah. Ese es el problema. Sentémonos aquí. ¡Tiene gracia! -una risa amarga se le escapó a William.

-¿Qué es lo que tiene gracia? William, por favor, lo siento -Sarah no entendía nada.

-Ni siquiera te acuerdas -miró a su alrededor -Aquí comimos juntos por primera vez, un sándwich - suspiró.

-Vamos, William, no seas injusto. ¡Claro que recuerdo aquello! -Sarah no sabía qué le ocurría y comenzaba a enfadarse.

-No te enfades. Yo sabía que esto ocurriría, pero me dio igual. Pensaba que esto cambiaría, que yo lo aguantaría, que... ¡yo te quiero tanto! -William la miró -Pero no puedo, Sarah, no puedo.

-Por Dios, William, ¿de qué hablas? -Sarah tomó sus manos entre las suyas.

-Hablo de que no me quieres Sarah, de que nunca me has querido y de que nunca me querrás. Pensé que con el tiempo me querrías pero el amor no se puede imponer. El amor surge y tú, Sarah, no me amas -viendo que ella iba a interrumpirle William posó uno de sus dedos en los labios de Sarah, pidiéndole silencio -No te estoy recriminando nada, Sarah. No puedo exigirte amor. Pensé que sólo con tenerte podría ser feliz y créeme durante este tiempo he sido un hombre inmensamente feliz. Tú y Paul sois fantásticos... Pero, Sarah, tú no lo eres y yo no puedo consentir que seas infeliz. Nunca me perdonaría ser el causante de tu infelicidad. Eres maravillosa y mentiría si te dijera que no te amo pero, precisamente porque te amo, no puedo hacerte esto.

-William... -las lágrimas comenzaban a correr por las mejillas de Sarah.

-Sarah, no llores. Verte llorar me parte el corazón pero no puedo, no puedo permitir que destroces tu vida, te quiero demasiado.

-William, eres un hombre maravilloso y yo te quiero... -dijo mientras trataba de secar sus lágrimas con el dorso de su mano.

-Toma, no llores -William le entregó un pañuelo -Sí, claro que me quieres, pero como a un hermano. Pensé que eso me bastaría pero no es así, ni siquiera soy capaz de hacerte feliz y eso Sarah sí que no puedo consentirlo... Tienes que vivir, Sarah y vivir un auténtico amor...

-¿Amor? No me hagas reír -Sarah dejó escapara una amarga carcajada.

-Sí, Sarah, amor. No vale sólo con sentirse amada, también tienes que amar... sólo así serás feliz.

-¿Realmente lo crees? No, William, ya he amado y mírame. ¿Crees que no quise a Robert? ¿Que no creí volverme loca cuando me abandonó? Tú no sabes nada.

-Pues cuéntamelo. Yo te quiero y siempre te querré. Seré tu amigo, tu confidente... lo que quieras, Sarah. Cuéntame -con sus dos manos enmarcó el rostro de Sarah -Cuéntame.

Sarah le miró fijamente. Nunca había hablado de Robert, era demasiado doloroso. Esta vez, sin embargo, sintió que tenía que hablar de él, sacarlo de su vida y seguir adelante y, ¿quién mejor que William para escuchar su historia?

Se acurrucó en el pecho de William y comenzó a hablar. Lo hizo en voz muy baja, incluso él hubo de inclinar la cabeza para poder oírla. Sarah comenzó a hablar...

-Robert es el padre de Paul. Bueno, lo de padre es un decir... Nos conocimos en la universidad, en mi primer año. Él estaba en su último curso y... me deslumbró. Me enamoré de él casi al instante, él de mí no. Le costó un poco más enamorarse... bueno, no creo que estuviera enamorado... no sé. Comenzamos a salir y todo era maravilloso. Yo lo veía todo a través de él, no había nada en Robert que no me gustara. Todo el tiempo que estuvimos juntos fui inmensamente feliz, le quería tanto que hasta me dolía. Luego... me quedé embarazada. Cuando lo descubrí creí morir. De hecho, me pasé varios días llorando, sin salir de la cama. En todo momento Robert estuvo junto a mí, consolándome. Decidimos que lo mejor sería que cada uno fuera a su casa para contar lo sucedido, después volveríamos a la universidad. Yo seguiría con mis estudios hasta que diera a luz. Los dos compaginaríamos los estudios y el cuidado de nuestro bebé. ¡Iba a ser perfecto! Además, no teníamos que preocuparnos por el dinero. Robert ya trabajaba como ayudante en un despacho de arquitectos y le habían propuesto un trabajo en cuanto se licenciara así que... no iba a haber ningún problema. Yo le creí, creí todas y cada una de sus palabras. Decidimos que lo mejor sería ir a casa cuanto antes así que el fin de semana siguiente yo regresé a Green Valley y él voló a Nueva York, ya que sus padres vivían allí. Nunca habló de su familia y yo lo único que sabía era que vivían en Nueva York y que su hermana mayor se llamaba Carol.

Cuando llegué a casa, no tuve que contar nada: en cuanto vi a mi madre me eché a llorar y ella ya lo intuyó todo. No me dijo nada y eso fue lo peor. Mi padre sí que no paró de interrogarme, claro, ¡ellos no conocían a Robert!

Cuando sentados en el salón les conté todo lo que habíamos planeado Robert y yo, no dijeron nada. Mi madre sólo preguntó que por qué no me había acompañado. Yo respondí que él también tenía que contárselo a sus padres. Mamá y papá se miraron, entonces no entendí su mirada ¡qué ingenua!

Robert no me llamó en todo el fin de semana y yo no conseguí contactar con él, tenía el teléfono desconectado. Aquello me intranquilizó, pero no me preocupé demasiado, ya me contaría el lunes qué había sucedido.

Mis padres se dieron cuenta de que no había hablado ni una sola vez con él. El lunes, cuando me acompañaron a coger el autobús, papá me dijo:

- Cariño, sabes que esta es tu casa y que estamos aquí, para lo que quieras.

Le abracé fuerte y oculté las lágrimas, algo tenía que haberle ocurrido a Robert... él nunca me dejaría sola. Me despedí de papá y abracé a mamá, ella me dijo:

- Sé fuerte, Sarah, sé fuerte.

La miré sin comprender y subí al autobús.

Cuando llegué a Sacramento, Robert no estaba. Me fui a mi apartamento, estaba intranquila. Habíamos quedado en vernos el lunes. Pasé toda la noche en vela, pensando que quizá había sufrido un accidente, que, por algún motivo, había tenido que quedarse unos días más con su familia... pero, ¿por qué no me llamaba? ¿por qué tenía el teléfono desconectado? Pasó el martes, el miércoles... el jueves fui a hablar con sus amigos. Ninguno sabía nada o eso dijeron. Yo sabía que vivía en Nueva York pero, ¿dónde? Pasé un día entero llamando a todos los números que encontré en la guía pero, ¿sabes cuántos Jackson viven en Nueva York?

Finalmente, fui al despacho de arquitectos. Me dijeron que se había despedido la semana anterior, ¡no podía creerlo! La habitación me daba vueltas y sentí que me faltaba el aire. Desorientada, confusa, sola, salí de allí, necesitaba respirar, sentir los rayos de sol. ¡Aquello no podía estar pasando! ¡Era una pesadilla!

Pasé las siguientes semanas metida en la cama, sin salir y casi sin comer. No me importaba nada, me daba igual todo y ni me preocupé por mi bebé. Casi lo pierdo. Estuve en el hospital ingresada. Sólo Mike vino a verme. Mike era amigo de Robert, me había dicho que no sabía nada de él. Cuando le vi entrar en la habitación supe que no me iba a gustar lo que iba a escuchar:

-Sarah, te mentí. Soy amigo de Robert desde los seis años... Él me pidió que no te dijera nada pero... Le he llamado. Le he contado lo que te ha pasado. Me ha enviado esta carta. No tiene matasellos, porque no quiere que lo localices, Sarah. Le he dicho que me parece un sucio cobarde, no puede dejarte sola. En cualquier caso, me ha defraudado. No quiero un amigo así. En este otro sobre he anotado su dirección y teléfono en Nueva York. Tú decides.

Me dio un beso y salió de la habitación dejándome el corazón vacío y dos sobres. Abrí la carta que me había escrito Robert. Me la sé de memoria, decía:

“Querida Sarah,

Probablemente me odies y no te culpo por ello. Te he engañado y te he dejado sola con todo esto. Creo que tú eres fuerte y saldrás adelante. Con respecto al niño, haz lo que consideres oportuno.

No estoy preparado para ser padre ni para asumir la responsabilidad que ello conlleva. Soy muy joven y tengo toda la vida por delante. No quiero hipotecar mi futuro por un error. Tengo planes, proyectos,... y en ellos no cabe un niño, y ahora tampoco tú.

Espero que algún día puedas perdonarme y que tú también consigas todos tus sueños.

Un beso.

Robert”.

Lo mejor de todo era que acompañaba la carta con un cheque de seis mil dólares, ¡quería pagarme por las molestias! Cuando salí del hospital recogí todas mis cosas y volví a Green Valley. Iba a tener a mi hijo y lo iba a sacar adelante. Ya conoces el resto de la historia.

Sarah se calló y permaneció acurrucada en el pecho de William. Él acariciaba su pelo, pensativo. Casi sin pensarlo, dijo:

-¿Y qué hiciste con el cheque? ¿y con la dirección? -en cuanto se dio cuenta de que había pronunciado esas palabras en voz alta trató de disculparse -¡Oh, cielos, qué estúpido soy! Sarah, discúlpame, no quería...

-No te preocupes, no pasa nada. El cheque lo cobré y está en una cuenta a nombre de Paul, aunque no sé si nunca llegará a cobrar ese dinero... no sé muy bien para qué lo tengo... Y la dirección, bueno, va siempre conmigo -Sarah abrió su bolso, sacó su cartera y extrajo de ella un sobre muy arrugado y amarillento -Ya ves, aquí la tengo. Nunca he abierto el sobre. Al principio porque resultaba demasiado doloroso y ahora... no sé muy bien por qué... -Volvió a guardar el sobre en su bolso -Y eso es todo -Trató de esbozar una sonrisa -¿Aún crees que debo vivir un auténtico amor? Tú eres lo que yo necesito -dijo besándolo tiernamente en los labios.

William permaneció en silencio por unos instantes, se sentía tentado a decir que sí, a estar con Sarah... ¡la amaba tanto! Precisamente porque la amaba tanto respondió:

-Sí Sarah, debes vivir un auténtico amor. Alguien que acelere tu corazón, que te haga perder la cabeza... alguien como Alfred Gonzáles -al ver la cara de sorpresa de Sarah, William continuó -Es evidente que es a él a quien amas. No hay más que verte cuando Paul habla de él, te transformas -se separó un poco de ella y observándola detenidamente, le dijo:

-Que una vez saliera mal no significa que siempre vaya a salir mal. No puedes dejar pasar la vida, tienes que disfrutarla, exprimirla, saborearla...

- Alfred no, William. Ese tren ya pasó.

Ambos se abrazaron y así estuvieron por unos instantes. Fue William el primero en hablar:

- Será mejor que nos vayamos.

William la acompañó hasta su coche. Sarah subió y esperó a que lo hiciera él.

-¿No te llevo a casa? -le preguntó extrañada.

-Ya sé que una vez te dije que los caballeros acompañan a las damas hasta su casa, pero incluso un caballero andante tiene que lamer sus heridas- se acercó hasta la ventanilla abierta y la besó en la frente -Te deseo mucha suerte, Sarah Slater.

Permaneció en el coche observando cómo la silueta de William desaparecía en la oscuridad de la noche. Cuando fue incapaz de verlo arrancó el coche y se dirigió a su casa.

Buscando en su bolso las llaves para entrar en casa tropezó con el regalo de William. Lo abrió. Era un colgante con dos manos entrelazadas. En la nota ponía: si me necesitas, silba.

viernes, 10 de febrero de 2012

LA PELI DEL FINDE

A estas alturas del blog y de esta sección en particular ya os habréis dado cuenta de que mis gustos en materia cinematográfica son muy variados.  Por ello estoy segura de que esta semana no os sorprenderé si la película recomendada es "Sin City".


Esta peli es una adaptación de las novelas gráficas de Frank Miller. La historia (o mejor, historias) transcurren en la ciudad de Sin City donde viven todo tipo de personajes: policías corruptos, tipos duros, mujeres espectaculares...

A destacar el tremendo reparto de esta película en la que participan, entre otros, Clive Owen, Mickey Rourke, Bruce Willis, etc...

¿Os gustan este tipo de películas? ¿Qué os parece su estética?

martes, 7 de febrero de 2012

CAPÍTULO 29


Sarah continuaba trabajando en la cafeteria del Country Club. Después del accidente de Steven, Linda se había hecho cargo de todos los negocios de la familia y ahora la cafeteria se llamaba Linda's café, la vida continuaba.

Sarah apagó las luces y salió a la cálida noche. Caminaba despacio pensando en todo lo que había acontecido en las últimas semanas, había sido como un huracán que arrasa todo a su paso. Sus vidas habían cambiado sin remedio y se necesitaba tiempo para recomponer los trozos. Linda, Alfred, William, Steven... ella misma, habían sido como marionetas en aquel vendaval de sucesos y ahora debía pensar qué iba a hacer con su vida de ahora en adelante.

Cuando llegó a su casa se encontró a Helen sentada en la cocina. Las dos mujeres se miraron un instante y fue Sarah la primera que rompió el silencio.

-Madre, tenemos que hablar...

-Por favor, siéntate aquí a mi lado, tengo que decirte algo -Helen sonrió.

Sarah pensó cuánto hacía que no la veía sonreír.

-Hace mucho tiempo que debía haberte hablado, pero soy una cobarde y nunca encontré el momento adecuado. Perdóname. Sarah, debes perdonarme por todo el daño que te he hecho... - Helen tomó a su hija de la mano.

-Madre, no hables así...

-¿Sabes? cuando yo era muy joven pensé que la vida me iba a ofrecer todo aquello que deseaba, que todas las ilusiones se cumplirían, una tras otra y que los sueños se hacían realidad si se deseaban con la fuerza suficiente -Helen hablaba con melancolía -Cuando conocí a tu padre me enamoré locamente de él y me dejé llevar por el amor que sentía sin pensar nada más. ¡Era tan feliz! Pero luego todo se truncó. Quedé embarazada y tuve que aparcar mis sueños, me sentí decepcionada pero al nacer tú todo cambió, eras la luz de mi vida, eras parte de mí y si yo no había podido alcanzar mis ilusiones, tú podrías hacerlo.

-Mamá...

-No, dejame terminar. Quise a tu padre, pero también le odiaba porque le culpé por no haber podido alcanzar la cima del éxito que yo había soñado -Helen rió- sin darme cuenta de que al fin y al cabo sólo eran eso, sueños y nada más. Pero luego estabas tu, mi preciosa niña, y soñé para ti el mejor de los futuros, el que yo no había tenido. Tejí mis días con ilusiones y mis noches con sueños donde tú eras la protagonista, tú los harías realidad. Cuando regresaste embarazada sentí que se me rompía el alma, que todo se venía abajo como una torre de naipes, que todo se volvía a repetir y...

-Lo sé mamá. También yo he pagado un precio muy alto -la interrumpió Sarah

-Si.Y yo te culpé también a ti. Sentí el vacio de mi interior donde los sueños habían desaparecido y en el hueco comenzó a anidar el resentimiento. Resentimiento hacia ti, hacia tu padre, hacia mí misma y hacia esta vida que me impedía una y otra vez alcanzar lo que deseaba. Ahora me doy cuenta del daño que os he causado y del daño que me he hecho a mí misma. Me he negado a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas tras la nebulosa del rencor.

Sarah escuchaba a su madre, hacía mucho tiempo que no la oía hablar de esa forma y una gran ternura se abría paso en su pecho.

-Sarah no cometas el mismo error que yo he cometido -continuó Helen- Tienes toda la vida por delante, tienes un hijo que te adora y debes encontrar un hombre que te quiera y que te haga sentir como una verdadera mujer. Ya sé que te he dicho muchas veces que debes buscar un padre para Paul, pero estaba confundida, escucha a tu corazón, enamórate y disfruta del amor. Déjate llevar por la pasión y por la vida ¡Es tan corta!

-Madre yo te quiero mucho -Sarah tenía lágrimas en los ojos.

-Y tu eres mi niña querida, sólo espero que algún día me perdones todo el daño que te he hecho -Helen la miraba expectante.

-No hay nada que perdonar mamá. Yo también he sentido rencor y resentimiento hacia todo y todos. Culpaba al mundo por mi infelicidad y he estado paralizada, aterrorizada de volver a cometer los mismos errores.

-Necesitas un nuevo comienzo...

-Lo he estado pensando durante las últimas semanas, quizás me marche, debo encontrarme de nuevo a mi misma y luchar por mi hijo.

Helen abrió los brazos para que Sarah se refugiase en ellos. Así abrazadas Helen murmuró a su hija

-Aquí estaré cuando me necesites.

-Siempre te necesitaré, mamá, te quiero.

-Yo también te quiero Sarah.

Una voz somnolienta las devolvió a la realidad

-¡Yo también quiero un abrazo! -el pequeño Paul se había despertado y estaba plantado en mitad de la cocina.

Las dos mujeres se echaron a reír y le dejaron un pequeño hueco a Paul, que disfrutó del abrazo que le brindaban su mami y su abuelita.


viernes, 3 de febrero de 2012

LA PELI DEL FINDE

El de esta semana es un peliculón en toda regla. La peli mexicana "Y tu mamá también"  cuenta la historia de un viaje en la que los tres protagonistas viven algo más que unas vacaciones.

La peli está protagonizada por Maribel Verdú, Diego Luna y Gael García Bernal. En este film se tratan temas como la amistad, el amor o el sexo.

Además, atención a la banda sonora.
¿Os gusta el cine mexicano? ¿Qué películas mexicanas recomendaríais?
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